Sunday, April 23, 2006

Nueva Venecia, Magdalena - Colombia



Abril 22 de 2006

En canoas o nadando hacen los mandados en Nueva Venecia (Magdalena)

Cerca de 1.700 personas se transportan en improvisadas balsas hechas con tanques plásticos o bateas de lavar la ropa.

En Nueva Venecia, un corregimiento palafítico del corazón de la Ciénaga Grande, la gente se habituó a no saber lo que es pisar tierra firme. Aquí a los niños les salen los dientes nadando o tirando remo.

Son 1.732 personas que viven en 286 casas envejecidas por el sol y la humedad, de pisos que se levantan a unos dos metros del suelo, sobre bases de palos de mangle y trozos de madera.
En los 780 kilómetros cuadrados de este espejo de agua, el más importante de la Costa Caribe y uno de los más grandes del país, hay tres pueblos: Bocas de Cataca, en la desembocadura del río Aracataca; y Bellavista y Nueva Venecia (El Morro), enclavados en la ciénaga El Pajaral.

Por lo general cada casa tiene su canoa, en la que se hacen los mandados a cualquiera de las 15 tiendas o se va a los dos billares, la estación de Policía, la iglesia y colegio. Los que no tienen canoas fabrican balsas con ‘pimpinas’ vacías, amarradas con cuerdas a una base de trozos de madera, que impulsan con palancas. Para maniobrarlas necesitan de mucho equilibrio, tranquilidad y paciencia.

Es el caso de Gladis María Garizábalo, a quien su esposo le hizo una balsa con seis tanques plásticos. Pero él tenía sus segundas intenciones: para que no utilice la canoa de él, pues los pescadores tienen el agüero de que en las embarcaciones en que trabajan es de mala suerte montar mujeres, y para acabar con la flojera de sus cuatro hijos, que siempre se negaban a hacer los mandados.

"Era una pelea todos los días; a veces los mandaba a que fueran nadando a la tienda –ubicada a unos 100 metros– pero ahora hasta yo misma voy para darme el paseo", dice la mujer justo cuando suelta amarras en la tienda de Yolanda Parra, una de las más tradicionales.

El ingenio de los morreros es singular. Utilizan hasta las bateas de lavar ropa como botes para mandar a los niños a la tienda, "luego las vuelven a subir el lavadero", cuenta Amed Gutiérrez, el inspector del pueblo.

LEONARDO HERRERA
ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO
NUEVA VENECIA (MAGDALENA)

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