Sunday, April 23, 2006

Araracuara, Caquetá - Colombia

Abril 22 de 2006Ocho días para llegar a Araracuara (Caquetá)

La actual sede de una Base Militar del Plan Patriota está luego de una arriegado viaje por el río Caquetá.

Carlos González, conocido en las aguas del río Caquetá como Matapí, está tan ciego que no da un paso sin la ayuda de Felipe, su nieto de seis años que hace las veces de lazarillo.
En los puertos de Caquetá, Putumayo y Amazonas, se le ve caminando campante con el chico, entre las delgadas tablas que comunican varios botes cargueros. Va rápido, con su sombrero bien puesto y con la frente en alto. Ostenta tal seguridad, que si no se le conoce, se podría pensar que es él quien lleva al niño y no al contrario.

Pese a su ceguera, en él recae la responsabilidad de llevar con bien a por lo menos siete pasajeros y 35 toneladas de alimento y combustible que van desde Puerto Arango (a 25 minutos de Florencia en Caquetá) hasta El Araracuara, un paradisíaco caserío que ostenta uno de los paisajes más bellos de la Amazonía Colombiana: El Cañón del Diablo, ubicado a 769 kilómetros de Florencia, en límites con Amazonas.

En los cerca de 20 metros de largo que tiene su viejo bote, se agolpan una cocina, dos camarotes, un cuarto de ropas y 35 toneladas de carga.

Otilia, su esposa, su hija, sus tres nietos y un motorista, que debió conseguir desde hace 20 años cuando se quedó ciego, según cuentan en los puertos por consumir alcohol puro luego de que se acabaran las botellas de aguardiente que llevaba en su barco, acompañan a los pasajeros casuales, que por necesidad, se embarcan en el Rey del Sur para llegar a alguno de los más de 30 destinos que hay en el camino.

*Aníbal, un señor moreno de unos 45 años que tiene un lado de la cara llena de ampollas que lo hacen ver como desfigurado es uno de ellos. Él va hasta algunas de las comunidades indígenas de Huitotos que habitan cerca del Araracuara en busca de un curandero, pues afirma que las ampollas son producto de un maleficio.

Como él, cualquier persona que desee llegar a Puerto Pizarro (Putumayo), La Angostura (Amazonas) o a alguna de los destinos, entre veredas y comunidades indígenas de la zona, se acomoda como puede, en medio de la carga de El Rey del Sur, uno de los dos barcos que hace el peligroso recorrido.

Y es que no se trata de un paseo en crucero por las apacibles aguas del Mediterráneo, don Carlos quien partió el sábado pasado del mismo lugar donde parte desde hace más de 30 años (Puerto Arango), sabe que tiene que sortear con el bajo nivel del agua del río en algunas zonas, y con los peligrosos chorros de agua en otras que se han tragado a más de un carguero que va para Araracuara, hoy sede de una Base Militar del Plan Patriota.

El viaje
Pasó como siempre por Milán y San Antonio de Getuchá (Caquetá) por el río Orteguaza. Las horas son como las tortugas que se ven encima de los troncos a las orillas del río: lentamente, dice Matapí.

Mientras Otilia prepara la comida, los hombres juegan poker, duermen o se toman un traguito escuchando las historias de Matapí, que recuerda sus épocas de juventud cuando paraba en cada puerto buscando diversión.

Cerca de la Base Militar de Tres Esquinas, ya en la noche, se sirvió el sancocho y se ancló el bote para pasar la noche. En la mañana se embarcó por el río Caquetá, hasta Solano, para llegar la noche del domingo a La Tagua, corregimiento de Puerto Leguizamo, Putumayo.

Allí, y mientras cargaba 5.000 galones de combustible para la venta, le llegó el jueves; “el viernes salgo para Araracuara”, le esperan los peligrosos chorros de La Angostura. En este lugar, ubicado a un día de camino, el río que alcanza hasta un kilómetro de ancho, se encoge para pasar entre peñas de hasta 100 metros de alto, causando un remolino natural que puede ser mortal para motoristas inexpertos
Matapí explica que ahí hay que bajar la mitad de la carga, entre arroz, granos, galletería y combustible, cruzar el primer chorro dando indicaciones al motorista, y luego de dejar el peso un kilómetro adelante, hay que devolverse por el restante.

En este trajín se emplean 10 obreros y un día más de viaje. Son dos chorros que don Carlos pasa a ojo cerrado, dice en medio de carcajadas.

Tres días después de zarpar de La Tagua, llega a Puerto Arturo, donde lo esperarán dos tractores que remolcarán la mercancía ocho kilómetros arriba hasta el caserío del Araracuara. Allí está el cañón del diablo, que no es navegable, una base militar y el aeropuerto, que no es opción para transportar la carga por su alto costo y mucho menos los pasajeros que como Aníbal, se quedarán a mitad de camino en medio de la selva.

Jorge QuinteroEnviado especial de El TiempoCaquetá, Putumayo, Amazonas

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