Sunday, April 23, 2006

La profesora, Luz Dary Baquero


Abril 22 de 2006
Antes sólo pasaba el cable después de un trago de brandy

Una maestra cuenta lo que debe hacer para ir a dictarles clase a nueve niños en una escuela veredal en Acacías (Meta).

La actividad más riesgosa que había practicado hasta el año pasado la profesora Luz Dary Baquero era manejar su moto por la vía al Llano, entre buses y tractomulas.

Con esa única experiencia como antecedente para su temple y sus nervios, desde abril del 2005 se le midió a otro reto verdaderamente extremo: todos los días atraviesa un abismo de 120 metros de altura, usando una polea que rueda sobre un cable de acero de medio kilómetro, para ir a dictarles clases a nueve niños de la escuela de la vereda Los Pinos, en Acacías (Meta).

Recién aceptó el cargo, un campesino la acompañaba durante el ‘viaje’ de 30 segundos sobre este cañón sobre el río Negro. Pero después optó por llenarse de valor y, ayudada únicamente con una copita de brandy con la que aplacaba el terror, comenzó sus ‘vuelos’ en solitario y a 40 kilómetros por hora. Ya es experta, usa la polea sin palidecer y nunca llega tarde al colegio.

El cable que utiliza Luz Dary es uno de los tres que unen a ese caserío metense, situado en las faldas de una montaña, con las veredas Casa de Teja, Chirajara, La Primavera y Susumuco, de Guayabetal (Cundinamarca), ubicadas sobre la carretera a Villavicencio.

Los cables son públicos y son utilizados por 200 personas entre jornaleros, dueños de fincas y niños, quienes transportan desde azadones y marranos hasta bultos de limones y cohombros. Los que ordeñan el ganado llevan a los hatos de uno u otro departamento una o dos cantinas diarias, e incluso varios perros que les hacen compañía. Llegan a las 4:30 de la madrugada a las ‘plataformas de lanzamiento’, en las que hay llantas que amortiguan cualquier golpe y que funcionan como un rústico 'airbag'. En la zona sólo hay dos puentes, por eso moverse por los cables se volvió una tradición que ya completa 40 años. Si no existieran, los labriegos tendrían que caminar hasta tres horas para ir de un lugar a otro.

Desde el 2000, tres personas han muerto al caer al vacío. Por eso, en el 2001, un ciudadano tramitó una acción popular ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, instancia que ordenó su desmonte. Pero el 20 de diciembre del 2002, cuando los iban a destruir, cinco personas se colgaron de los cables e impidieron la demolición.

Luz Dary y otros habitantes dicen que viajar en polea es tan seguro como volar en avión. También lo dice Néstor Cruz. “Yo sólo he visto un accidente. Un señor se partió una pierna porque no pudo frenar, pero es que esto es como todo: la polea no se puede manejar con tragos”.
JAVIER SILVA HERRERA
ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO
GUAYABETAL

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