Friday, May 18, 2007

Lucero Vargas Arredondo - La taxista de los japoneses

Una sola extranjera posee licencia de conducción en el país nipón



La taxista de los japoneses
Alfonso Rico Torres

La vida de Lucero Vargas Arredondo parece sacada de un cuento de hadas. Un día se encontró a su príncipe azul, se enamoró, se casó, vivió feliz y tuvo hijos. Sin embargo, ninguno de aquellos relatos fantásticos tuvo un final tan inusual como el de esta colombiana, que tras luchar por superarse, terminó al volante de un taxi en un lugar muy lejano a su Argelia (Valle), donde nació.
Y es que pocos llegarían a imaginar que una valluna que vivió parte de su vida en Buenaventura, habría de entrar a la historia del denominado país del Sol Naciente, donde habitan más de 12 millones de personas, como la única extranjera que ha trabajado de taxista en Chiba, en inmediaciones de Tokio, la capital japonesa.

Pero, ¿de qué manera sucedió? Todo se resume en una narración llena de pasiones, desamores, anécdotas curiosas y momentos inolvidables que la misma Lucero decidió contarle a El Espectador.

“Llegué a Buenaventura muy pequeña, allí me crié y estudié. Cuando empecé a trabajar, conocí a un japonés del cual me enamoré. Nos casamos cuando yo tenía 17 años. Yo estaba terminando el bachillerato y, por cosas del destino, medio año después de casados, la compañía donde él trabajaba quebró; entonces viajamos a Japón en 1977”.

Desde ese momento el mundo le cambió para siempre, pues habrían de pasar muchos años para que regresara a Colombia. “Comenzaron los problemas porque yo no sabía nada de japonés, no sabía cómo manejar esos palillos. Tampoco me acostumbraba a dormir en el suelo, ni a quitarme los zapatos. Yo le decía a mi ex esposo que no quería comer eso, no quería pescado crudo, quería pescadito frito”.

Fueron muchos los contratiempos que tuvo que afrontar, pero finalmente se acostumbró. Varios años pasaron y la familia fue creciendo. Nació Yukiko, hoy en día un joven de 26 años de edad. Dos años después, Ryoma, la única mujer que tuvo, de 24 años. Y finalmente, Youmei, el menor, de 22 años.

Aun así, las cosas no marcharon del todo bien. “Me divorcié a los 12 años de casada. Por cosas de la vida, él (su ex esposo) se fue, no quiso saber nada más de nosotros, yo quedé sola. Me tocó permanecer en Japón porque entonces ya tenía tres niños. Yo trabajaba de un lugar a otro, hice de todo porque no quería que pensaran que por el hecho de ser colombiana tenía que prostituirme. Trabajé en restaurantes, lavando platos, en supermercados, en fábricas de electrodomésticos, trabajos que eran poco remunerados”.

Todas esas circunstancias, sumadas al vacío de sentir que sus seres queridos estaban a miles de kilómetros de distancia, sirvieron para que levantara la cabeza, pensara que sí se podía salir adelante en tierra ajena y empezara a buscar un trabajo que valiera la pena. “Sin tener un trabajo fijo pensé en lo del taxi, pero la oportunidad era casi imposible de obtener. De todas formas, vi que los taxistas pasaban muy bueno ahí sentaditos todo el día y podían ir a su casa. Entonces dije: 'Ve, tal vez consiga un trabajo de taxista' ”.

Averiguó qué tenía que hacer, pero en todas las compañías de taxis le cerraban las puertas por el hecho de no estar nacionalizada japonesa. “Estaba perdiendo las esperanzas, hasta que vi un letrero en el periódico que, sin entender muy bien el japonés, aunque me defiendo, decía: ‘Se necesita personal para trabajar de taxistas’. Llamé a esa empresa, hablé con el dueño y me atendió muy amablemente, como nunca lo habían hecho otras personas. Me dieron un entrevista, gané mucho terreno. Además, a él le pareció muy agradable que yo fuera amable, porque los japoneses son de los que si los mandan a seguir, siguen, pero si no, se quedan parados en la puerta”.

Para manejar un taxi en Japón se debe presentar un examen que contiene 100 preguntas, todas en japonés. Hay que responder, en una hora exacta, por lo menos 90 de ellas para aspirar al cargo. Actualmente, de diez personas que se presentan, una pasa la prueba. Y no se está hablando de extranjeros sino de japoneses. “Cuando yo llegué allá, sólo veía jeroglíficos y se formó un caos porque yo pedía la prueba en inglés, y terminé regañada. Tuve que ponerme a estudiar, mis hijos me compraron libros sobre las señales de tránsito y al fin, en febrero de 1999, obtuve el cargo, tras un largo año de preparación”.

Al volante

No todo estaba ganado tras haber obtenido el puesto. En el taxi le aguardaban experiencias que, entre curiosas e incómodas, hicieron de Lucero una mujer más madura a la hora de tomar decisiones.

“Fue duro, porque alrededor de 25 personas se suben al día y no había uno que no me preguntara de dónde era, cómo conseguí el puesto, cómo aprendí el idioma. El caso es que todos los santos días tenía que repetir lo mismo 25 veces”.

De inmediato, se le vienen a la mente dos anécdotas curiosas. “Un señor se subió y cuando lo saludé se bajó del taxi pidiéndome disculpas porque creía que se había equivocado. Cuando se bajó, miró el carro y se volvió a subir al verificar que era un taxi”.

La otra es más insólita. “En cierta ocasión un señor que estaba borracho se subió al carro y cuando me vio la cara intentó abrir la puerta para salirse, pero no pudo porque normalmente es uno quien abre y cierra las puertas de forma electrónica. Él se disgustó y le abrí para que se bajara, pero al ver que era un taxi se subió de nuevo y me dijo: ‘Yo iba para Londres la próxima semana, pero no pensé que fuera a llegar tan rápido’. Tal era su borrachera que pensó que estaba en otro país”.

Pasó a la historia

Y cómo ella se hizo leyenda entre los nipones, también resultó ser toda una anécdota.
“En el departamento de Chiba, que es cerca de Tokio y donde vivo, hay un lugar para que los taxistas presenten otro examen, de matemáticas, geografía y de un montón de cosas. En ese lugar tienen un registro de todas las personas a las que les dan el permiso para ser taxistas. Cuando fui a presentar mi examen para ser taxista, no sabían ni siquiera cómo escribir mi nombre y entonces fue cuando un periódico de habla inglesa me hizo una entrevista. Realmente fueron ellos, a través de sus investigaciones, quienes descubrieron que yo era la única extranjera con licencia de conducción en ese país”.

La otra mujer que pasó a la historia por estar al frente del volante, es japonesa. Fue una noticia alentadora, gratificante para una colombiana que había luchado contra el idioma, la lejanía y la soledad. “Soy la única extranjera con licencia de conducción en Japón. Eso no ha implicado dinero, pero gracias a eso pude sacar la nacionalidad más fácilmente, gracias a eso he conocido personas amables que me han brindado su respeto y su admiración”.

Su familia en Colombia

En Buenaventura viven la madre de Lucero y su hermana, que es casada. “Mi mamá es Amparo Arredondo. No tengo papá. Piedad Vargas es mi hermana, que es casada. Con ellos vivo ahora. Tenemos un centro de lubricación que se llama Lubriservicios Manantial”.

El futuro inmediato de Lucero está en Buenaventura, donde permanecerá por varios meses con el único fin de pasar un tiempo junto a su familia. De todas formas, tiene claro que seguirá viviendo en Japón, porque ya está acostumbrada a su trabajo y la vida le es menos compleja que en Colombia.

“El trabajo me ha servido para decirles a los japoneses que mi país no es sólo droga y guerrilla, también hay cosas muy lindas. Muy lindo Colombia, lo quiero, lo adoro, pero creo que mi vida está en Japón, donde están mis hijos”.

Por último, esta mujer de 46 años sugiere terminar esta historia con un mensaje para quienes creen que las oportunidades están fuera del país. “Hay mucha gente que quiere irse para el extranjero. A ellos les digo que lo piensen dos veces, porque Colombia es un país muy lindo”.
Si usted tiene comentarios sobre este artículo, por favor envíelos al correo

arico@elespectador.com.

2 comments:

Unknown said...

Pues como cosas de la vida, tube el gusto de conocer esta maravillosa mujer,la semana pasada llego aqui a New York y por ciertas circunstacias nos cruzamos en la vida y como me gusta preguntar mucho le hice muchas preguntas acerca de su vida en Japon y su vida personal y ahora en esta semana me doy cuenta que tiene su historia en el internet. gracias Lucelly.

Unknown said...

un saludo yo conoci a Lucero cuando vivia en Japon una gran mujer una gran madre saludos desde wellington florida de parte de lisa acevedo